En mis labios quedan regueros
de soledad y besos
a los que voy a beber
en las noches de eterna sed;
en mis labios queda la temperatura
de nuestros encuentros
y las mil formas
que hice por olvidarlos.
Por ti, mis inesperadas ausencias
se abren paso entre tertulias de azabache
y alguna que otra sonrisa a destiempo.
Y en muchas ocasiones, inesperadamente,
sin pedir permiso
al agua que se aproxima al molino,
siento tus manos apretar con fuerza.
En mis labios, los tuyos,
como reducto de un volcán inactivo
donde ensayamos el último capítulo.
Y ahora he de seguir,
contra corriente,
contra mí,
sin ti,
afrontando
que este amor
ha terminado
aunque me duela para siempre
y te siga hablando
como si estuvieras a mi lado.
Juan Carlos García Hoyuelos
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