domingo, 25 de febrero de 2018

PAISAJE DE UNA INFANCIA 

Todo se enciende con tus ojos,

mis besos van prendidos

a tu cintura de nostalgias,

Tus escondidas callejuelas

me cuentan historias

que nunca olvidé.


Voy aferrada a tì como la niebla,

como los juncos

cimbreándose al viento

sin quebrarse

y tus raìces, tus raíces

crecen en mí como los sauces.


Amada Salas,

de lejos te diviso 

y me llega tu voz como campanas

llamando a los suyos.

Desmesurada eres

en mi pecho interminable

y todo lo que me diste te lo entrego

porque forma parte de esa memoria,

de la herencia imborable

de tu sangre.


Me conmueven las primaveras

que brotan de tus labios;

esas cerezas

codiciadas por la infancia,

la luz de los almendros

enredándose

en las piruetas alegres de los niños

o esa lluvia fina

negándose a borrar

la huella de mis pasos.


¡Tierra mìa!

aunque te mire diferente,

siempre, siempre eres ma misma

y muero por estrecharte

entre mis brazos,

humilde campesina

con ese olor a leña seca,

al humo que ensalza tus tejados.


Aún escuchan mis recuerdos

el eco de tus plazas,

que quieren atraparme

dulcemente en su regazo

para rememorar

historias del ayer

escritas en tus manos.


Escucho al misterioso búho

arriba en la colina,

encaramado

al balcòn de la noche

acechando extraños sortilegios,

derramando en tus brazos

las mil estrellas de la noche

o escapando deslumbrados

con los secretos de la luna 

para esconderlos

como un tesoro memorable

en este despeinado desvàn

de nuestra infancia.


Marian Alvarez.